Mi
nombre es Jorge Martín y soy el encargado de Relaciones Internacionales en la
Academia Mester de Salamanca. Será un verdadero placer asistir a las próximas jornadas
del español que se celebrarán en noviembre y presentar uno de los talleres, el
cual versará sobre la producción oral en el aula.
Aprender
una nueva lengua constituye un todo que debemos ir completando poco a poco. Son
muchos los aspectos que influyen en dicha construcción, siendo la expresión
oral uno de los más importantes, si no el que más.
No se
trata únicamente de conocer la teoría, de respetar las reglas, sino de que el
alumno sea capaz de ponerlas en funcionamiento de manera coherente dentro de un
contexto real.
Por
eso, día a día, e independientemente del nivel tratado en clase, el profesor se
encuentra frente al gran reto de fomentar la comunicación verbal en el aula.
Son muchos los factores que pueden obstaculizar dicha tarea, ya sea el carácter
del alumnado, los temas elegidos para la explotación oral, o el mismo miedo
escénico que a menudo afecta a los estudiantes.
De ahí
que sea vital elegir el punto de partida perfecto, para promover así una
interacción oral lo más productiva posible. Debemos crear en el aula la
atmósfera adecuada para que hablar en clase resulte algo natural, algo que el
alumno disfrute y en lo que colabore de manera activa sin miedo a ser observado
o juzgado. Para ello deberemos tener en cuenta nuestro rol como profesor, donde
además de dirigir la actividad, deberemos tomar parte real en ella, estimulando
y promoviendo el espíritu de participación que la interacción oral requiere.
No se
trata de imponer los objetivos, sino más bien de plantearlos. Tampoco de
preguntar de manera directa, sino de sugerir e invitar al estudiante a
participar. Quizás la clave resida en utilizar la empatía, esa cualidad por la
cual debemos ponernos en el lugar del alumno y entender qué es lo que espera de
cada actividad. Debemos entender que nosotros nos somos el fin u objetivo de la
clase, sino el transmisor que debe hacer llegar dichos objetivos al
estudiante.
Por
ello, y antes de nada, debemos conocer al estudiante, ofrecerle el tópico
apropiado que sea capaz de centrar su atención, de invitarle a participar, a
compartir sus ideas, a verbalizar su realidad interna, … Debemos encontrar ese
lugar común que represente el punto de partida del debate, del intercambio
activo de pareceres.
Entre
las muchas opciones existentes, siempre he defendido el uso de la imagen en el
aula. Elegir la imagen correcta puede abrirnos todo un mundo de posibilidades,
puede ser el origen de las más apasionantes exposiciones orales dentro de
clase. Solemos decir que “una imagen vale más que mil palabras”. Bueno, pues
démosle “la vuelta a la tortilla” y hagamos que sea la imagen la que provoque
esas mil palabras.
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